Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

Viernes 13 (1980, Sean Cunningham) Friday the 13th


Varios jóvenes pasan sus vacaciones en un campamento de verano, reabierto recientemente, y en el que unos años antes murió un joven ahogado en el lago. En poco tiempo, algunos de ellos son encontrados sin vida. (http://www.filmaffinity.com/es/film265349.html)


¡Nunca volverás , chica! ¡Crystal Lake está maldito!


Viernes 13 supone el inicio de una de las sagas de terror más influyentes y conocidas de todos los tiempos. No sólo resultó un éxito comercial asombroso (60 millones de recaudación con medio millón de presupuesto) , sino que es piedra angular del subgénero slasher y  creó a uno de los iconos del cine de terror  más conocidos: Jason Voorhees. La paradoja es que el gigantón asesino de la máscara de hockey y el machete ni siquiera aparece en esta entrega ... pero esa, esa es otra historia ...

Tanto Sean Cunningham (productor y director) como Victor Miller (guionista) encontraron la inspiración en el Halloween (1979) de John Carpenter . Curiosamente, ambos venían de un mundo muy distino al del terror. Si bien Cunningham había producido La última casa a la izquierda (1972,  Wes Craven) y dirigido conjuntamente Case of the Full Moon Murders (1974), su filmografía hasta entonces estaba centrada en el cine familiar. Victor Miller, por su parte , era conocido por sus guiones televisivos de culebrones. Pero en 1979 el fenómeno Halloween sacudió al mundo. ¿Cómo era posible que una película independiente de terror recaudase más de 47 millones con un presupuesto de 300.000? Cunningham tenía claro que quería lograr algo así y aprovechó la estela Halloween para dar rienda suelta a su proyecto.Fue tal la confianza depositada que sólo con el título en mente y sin guión terminado anunció la película en la revista Variey : un título de grandes letras rompiendo un espejo y presentándose como la película más terrorífica de todos los tiempos (¡ole tus huevos, Cunningham!). Miller también lo tuvo claro, y consciente de que la película de Carpenter había asentado las reglas de un nuevo subgénero las siguió a rajatabla para escribir el guión. Tres aspectos fundamentales tomó Miller de Halloween: algo maligno ha ocurrido en el pasado, protagonistas adolescentes se enfrentan a algo terrible sin ayuda de adultos, y si mantienes relaciones sexuales mueres. 


Viernes 13 se rodó en  el campamento de Boy Scouts de Blairstown, New Jersey,  y el rodaje duró cuatro desapacibles semanas a causa del frío y la humedad. El elenco de actores principales está formado por jóvenes de menos de veintidos años de los que se buscaba un físico atractivo y que supieran decir sus frases de manera aceptable. Entre ellos destaca la presencia de Kevin Bacon y de Harry Crosby (hijo de Bing Crosby). Betsy Palmer encarnó a la madre de Jason y aceptó el papel únicamente porque necesitaba dinero para poder cambiar el coche.  Aún así se lo tomó bastante en serio y en la escena de la pelea con Alice (Adrienne King) parece ser que se le escapó algún golpe real. 


Sabemos de antemano que la desgracia se cernirá sobre los pobres campistas al advertirles diversos lugareños de la condición maldita de Crystal Lake; la muerte del pequeño Jason ahogado , un incendio y dos asesinatos cometidos en 1958 (de los que somos testigos al inicio de la película) nos ponen alerta. Pronto somos conscientes de la presencia de un asesino, que , aunque no se muestra físicamente hasta el tramo final, se nos manifiesta acechante entre los árboles o cualquier rincón del campamento , viendo a través de sus ojos por medio de una cámara subjetiva- este punto de vista, el del asesino, cuyo máximo exponente es la magistral secuencia inicial de Halloween (sí, otra vez), sería imitado en el subgénero slasher hasta la saciedad-  Muy importante para acentuar el suspense es el ritmo pausado, incluso con algún momento de humor,  que precede a unas muertes, a cada cual más truculenta, materializadas con maestría por el genial Tom Savini. Míticos son los momentos del hachazo en la cara o la muerte de Bacon por una flecha que atraviesa su garganta :el primer efecto se logró pegando un hacha de gomaespuma a la cara de la actriz, el segundo con un torso de plástico atravesado por un tubo y sangre de cordero; sangre que el propio Savini degustó al no funcionar la bomba y tener él mismo que soplar a través del tubo (¡todo por el arte!). 



Otro gran acierto , y que contribuye en demasía a crear una atmósfera de tensión constante, es la música compuesta por Harry Manfredini. Cuando nos introducimos en el asesino el omnipresente leit motiv crispa los nervios del espectador. Es curioso como Manfredini compuso este tema. Al parecer, se le ocurrió al ver el primer plano de la boca de Betsy Palmer pronunciando la frase: Kill her Mommy (mátala, mamá) . El músico utilizó las dos primeras letras de kill (ki) y de mommy (ma). Así , experimentando con un artilugio llamado Ecoflex (aparato de reverberación), logró que la cadencia silábica "ki ki ki , ma ma ma" se superpusiese a la inquietante música. La composición que acompaña a las muertes es, sin embargo, más frenética y recuerda a la empleada en la clásica escena de la ducha de Psicosis (1960, Alfred Hitchcok). Pero para lograr un verdadero impacto , y en busca de sorprender al espectador y acentuar los golpes de terror, Manfredini suprimió la música a propósito en diversas escenas. 

La guinda del pastel es ese final en el que el pequeño Jason emerge del agua y vuelca  la barca en la que escapó Alice. A esta sorpresa contribuye , otra vez, la melodramática música de Manfredini que no augura nada que no sea un final feliz, pero que vuelve a ser rota por otra frenética y desquiciada al tiempo que nuestro psycho killer preferido hace acto de presencia de forma abrupta e inesperada. También el magnífico maquillaje de Savini hace de las suyas dándole un aspecto repulsivo y horripilante. La idea - he leído que fue cosa de Savini, aunque también que fue del propio Miller - surgió de las mismísimas entrañas del final de Carrie de Brian de Palma.  
Esta escena final fue lo que convenció a Paramount para comprar la película y distribuirla en América (la Warner haría lo propio en el extranjero). La acogida en su estreno fue espectacular. El hecho de tener distribución nacional, cosa que nunca había ocurrido con una película independiente, ayudó mucho, pero lo que realmente la catapultó fue que la gente disfrutaba en el cine asustándose y gritando, lo que potenció el efecto boca a boca y culminó en todo un fenómeno social.


Las críticas, sin embargo, fueron muy malas. No se entendía cómo una película de estas características se había convertido en todo un éxito. Cosa que , personalmente, me importa un huevo. Porque vista hoy, Viernes 13, puede parecer desfasada , pero lo realmente importante es que constituye una de las piedras angulares del terror moderno.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA


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El nombre de la rosa (1986, Jean- Jacques Annaud) Der Name der Rose


Año 1327. En compañía de un joven e inexperto novicio, el monje Guillermo de Baskerville investiga una serie de muertes intrigantes acaecidas en una abadía Benedictina del norte de Italia. Aunque todo parece indicar que las muertes están ligadas a una de las profecias del Apocalipsis, Baskerville está convencido de que la clave del misterio se halla en la custodiada biblioteca del monasterio. (http://decine21.com/peliculas/El-nombre-de-la-rosa-3395)


Habiendo llegado al final de mi vida de pecado, con mi cabeza cana, me preparo para dejar en este pergamino mi testimonio de los maravillosos y terribles hechos que vi en mi juventud , hacia finales del año de Nuestro Señor. Que Dios me dé la sabiduría y la gracia de ser fiel cronista de los hechos ocurridos en una remota abadía en el norte de Italia.


- El abad y sus colegas creen que el diablo está aquí dentro.

- Lo está.

-La única evidencia que veo del diablo es el deseo de todos de que esté aquí.


La risa mata el temor, sin temor no hay fe, y sin temor al demonio no se necesita a Dios.


Basada en la novela homónima de Umberto Eco, aunque centrada en su trama detectivesca y despojada de su profundidad histórica , teológica y filosófica, la adaptación cinematográfica de Annaud es una gran película de misterio e intriga con trasfondo religioso, y todo un clásico ochentero de visión obligada. Quizás el primer inconveniente al que se enfrenten muchos de los conocedores de la obra de Eco se encuentre en la ya tan manida pregunta : ¿es mejor la película o el libro? Para el que suscribe esta cuestión carece de todo sentido por el hecho de que el cine y la literatura, pese a sus conexiones, son formas artísticas distintas y lo que se puede encontrar en un libro muchas veces es imposible trasladarlo a la gran pantalla. En efecto, ¿cómo adaptar esas precisas descripciones de la abadía , los eruditos debates teológicos o la información histórica, tan abundante en la novela, a un formato audiovisual, sin que resulte tedioso? El propio Eco se pronunció en su día  dejando claro que en el momento que Annaud aborda la novela la obra deja de ser suya cobrando vida propia, una vida que sigue un camino distinto al de la palabra impresa. Annaud por su parte reafirma que su labor, como director, es la de interpretar la obra de Eco, añadiendo o quitando lo que considere necesario y ofreciendo su propia visión. 


Pero no quisiera dar la impresión de que la versión de Annaud conforma una suerte de sucedáneo o visión descafeinada del libro de Eco. Annaud es un obsesivo del detalle. Cuatro años , nada más y nada menos, estuvo preparando la película. Los interiores se rodarían bajo las vastas bóvedas del antiguo monasterio cisterciense de Eberbach, mientras que las localizaciones para los exteriores están sitas en Roma. Esa iluminación, tenue y lóbrega a base de velas y lámparas de aceite corre cargo de Tonino Delli Colli, asiduo de Passolini, Leone o Fellini,. La música es obra del difunto oscarizado James Horner. Para mostrar de la manera más fidedigna la vida y el comportamiento de los monjes de la abadía benedictina contrató al especialista en historia medieval Jacques Le Goff, quien asesoró respeto al  más mínimo detalle referente a decorados, objetos, vestimenta ... Fue tan radical Annaud en su concepción que tanto los libros de la biblioteca como los trajes de los personajes fueron hechos a mano, obligó a los intérpretes de los monjes a afeitarse la cabeza, a recibir clases de canto o incluso a arrancarse los empastes dentales, y no contento con esto sólo contrató a los de rostros más grotescos, peculiares, desproporcionados; de narices prominentes y caras redondas como la luna ... Annaud huye de los personajes de postín, de los peluquines o de los campesinos impolutos que copaban las películas ambientadas en el medievo hasta la fecha, mostrándonos una pauperización real plagada de piojos, suciedad y ratas. Aún así, en aras de conseguir el éxito mundial , y concebida como una superproducción, fue rodada en inglés, y los papeles más destacados encarnados por estrellas de la talla de Sean Connery o F. Murray Abraham y de promesas como Christian Slater o Ron Perlman, todos simplemente fabulosos.



La historia gira en torno a la investigación que Guillermo de Baskerville (Sean Connery) , acompañado de su joven pupilo, Adso de Melk (Christian Slater),  emprende en un monasterio benedictino a raíz de las extrañas y terribles muertes de algunos monjes. El personaje de Guillermo de Baskerville, queda , sin duda, definido por su propio nombre; formado por la unión del del filósofo Guillermo de Okham y el de la obra El perro de los Baskerville de Connan Doyle, en clara alusión al archiconocido Sherlock Holmes. Así, nuestro Sherlock Holmes franciscano junto con el inexperto Adso - un pequeño Watson - empleará toda su potencia deductiva para demostrar que las muertes tienen una explicación natural y no son obra del diablo ni está aconteciendo la profecía del apocalipsis. Los ojos de Guillermo , sagaces, inquisitivos, observan y asimilan todo lo que sucede alrededor para hilvanar a fuego lento y establecer las conexiones entre los hechos que para la mayoría pasan desapercibidos. Y es que , Guillermo, pese a ser un fervoroso creyente, representa a la razón, una razón que no va reñida con la fe en cuanto cree que no hay que atribuir causa sobrenatural a lo que escapa a nuestro entendimiento sin agotar las explicaciones naturales. Por si fueran pocas las referencias filosóficas, descubrimos que todo el misterio ronda alrededor de un libro de Aristóteles. Pero además, el amor a la verdad de Guillermo es tan intenso que no dudará en sacrificar su vida por el conocimiento (¡Adso, salva los libros!, grita a su pupilo en medio de un incendio en el que por poco perece consumido) , o por defender la causa que cree justa (actúa como un Socrates al enfrentarse a los veleidosos designios de la Inquisición). 
El joven Adso , por su parte, representa la inocencia, el candor, de la juventud. Pese a ello, adelanta a su maestro en cuestiones amorosas y sexuales, al yacer junto a la campesina - la rosa, de quien desconocemos su nombre- o al utilizar sus conocimientos clásicos (la historia de Teseo y el laberinto del Minotauro) para encontrar la salida del laberinto de la biblioteca.
La relación entre ambos es de amistad, e incluso paterno filial, pero pese a la erudición de Guillermo de Baskerville, este no menosprecia a su alumno y le insta a que actúe y piense "por sí mismo".





Por contra, los antagonistas, Jorge de Burgos (Feodor Chaliapin Jr) y el inquisidor Bernardo Gui (F. Murray Abraham) representan la tradición eclesial más ortodoxa. El primero, ciego furibundo que odia la risa por encima de todas las cosas, llegando a declamar : la risa mata el temor, sin temor no hay fe, y sin temor al demonio no se necesita a Dios.  No nos extraña que sea el artífice principal del misterio que rodea a la abadía, y a los libros , que culmina con la máxima: el que sabe demasiado ... muere ... El segundo, radical inquisidor, fanático e intransigente que no duda en manipular las pruebas, los testigos y los acusados con tal de que se adecuen a una férrea sentencia que ya ha dictado de antemano.  
Entre estos cuatro personajes principales (Guillermo, Adso, Jorge y Bernardo) es donde se libra una verdadera batalla entre la luz y la oscuridad, la razón y el fanatismo, que queda complementada por las pinceladas que nos informan de las desavenencias entre franciscanos, benedictinos, dulcinistas y representantes papales, así como por la atmósfera de  miedo y superstición que ciegan a la mayoría de los monjes - de los que Severino el arbolario (magnífico Elya Baskin) sería otra excepción. 

Atreveos pues, ¡oh, aguerridos aventureros! , a adentraros en la lúgubre abadía benedictina y sus inextricables laberintos. A nada temáis siempre que os ilumine la luz de la razón ...

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA





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Cazafantasmas II (1989, Ivan Reitman) Ghostbusters II



Han pasado cinco años desde que los Cazafantasmas entraron por última vez en acción. El doctor Peter Venkman, notable parapsicólogo de persuasivos encantos, ha quedado relegado a maestro de ceremonias de un programa de televisión donde se discuten fenómenos psíquicos. Ray Stantz y su colega Winston Zeddemore se ganan la vida entreteniendo a niños en fiestas infantiles, y el mago tecnológico Egon Spengler continúa sus investigaciones sobre los efectos de las emociones humanas en el campo de energía psicomagnética … (http://www.filmaffinity.com/es/film938328.html)


Yo, Vigo, el azote de los Cárpatos, la tristeza de Moldavia, te lo mando. En un monte de calaveras en el Castillo del Dolor yo me sentaba en un trono de sangre. Lo que era, volverá a ser, lo que es, dejará de ser. Ahora empieza la era de la maldad

Algo raro sucede en Nueva York.  La extraña viscosidad rosa que emerge del pavimento parece alentar el odio que los neoyorquinos sienten unos por otros, mientras,  Dana Barrett (Sigourney Weaver), contempla atónita cómo el carricoche de su pequeño hijo Óscar se desplaza solo hasta el centro de la carretera. Sin duda es un campo abonado para Los Cazafantasmas, pero muchas cosas han cambiado desde que nuestros héroes vencieran, épico combate mediante, al dios sumerio Gozer. La popularidad de entonces se arrastra por los suelos, no hay registros de actividad fantasmal, y para sobrevivir han de desempeñar labores muy alejadas del exterminio espiritual: Ray Stantz (Dan Aykroyd) regenta la librería de ocultismo Ray´s Ocult Books al tiempo que anima fiestas de cumpleaños junto con Winston Zeddemore (Ernie Hudson); Peter Venkman (Bill Murray) pelea con la  variopinta fauna invitada al horrible programa de televisión que presenta, El Mundo Psíquico; y Egon Spengler (Harold Ramis) se dedica al campo de la investigación. Por si esto fuese poco, Dana y Venkman ya no salen juntos, y esta ha tenido un hijo fruto de un matrimonio fallido. Pero el extraño suceso que ha experimentado Dana abre la puerta para que el grupo se vuelva a reunir.



Cinco años después del éxito de Cazafantasmas (1984, Ivan Reitman) se estrenó esta secuela que si bien generó ingentes beneficios - 215 millones de dólares no están nada mal, aunque sea una cifra algo alejada de los 291 de la original - no logró encandilar al público del mismo modo que la primera. Y eso que, en líneas generales, se apostó por un equipo ganador. Repitió Reitman dirección y Ramis y Aykroyd en el guión. No falló ningún actor del elenco principal y las nuevas incorporaciones también son muy acertadas. Además, se mejoraron considerablemente los efectos especiales y visuales - en cinco años la técnica evolucionó considerablemente-. Quizás las sustituciones de Elmer Bernstein por Randy Edelman en el apartado musical, y de John de Cuir por Tom Duffield en la dirección artística se notan en cuanto al descenso de calidad, pero esto no supone en modo alguno lastre de considerable importancia. A esto hay que añadirle un presupuesto de 37 millones de dólares, cinco millones más que en 1984. ¿Y si en lo sustancial Cazafantasmas II lo tenía todo volver a conectar con el público, por qué no lo hizo?



Quiero que quede claro que las críticas cinematográficas me suelen importar un pimiento. Si una película me gusta pues me gusta y punto. No me dejo condicionar por opiniones ajenas (aunque se pueda aprender mucho de estas). Pero en esta ocasión coincido con ese sentir general de que esta secuela no me llena como la anterior. Y no me malinterpretéis, Cazafantasmas 2 me parece divertida y entretenida, con situaciones francamente buenas, pero cae en el gran error de tratar de repetir la misma estructura de la anterior. Y es que da la sensación de que uno ya ha visto esta película, concretamente bajo el nombre de Cazafantasmas. El fallo fundamental, por tanto , es el guión. Ramis y Aykroyd no arriesgaron lo suficiente y se contentaron con tratar de emular la misma fórmula de éxito que resultó cinco años atrás. Quizás mucho tenga que ver que ellos mismo eran reacios a escribir una continuación, pero , sea como fuera, esa repetición mató la magia original. Todo nos remite al principio: Dana pide ayuda a Los Cazafantasmas; Los Cazafantasmas están acabados, pero vuelven a empezar; Dana y Veckman han roto, así que vuelven a salir juntos; Dana tiene un pretendiente plomo que caerá bajo el influjo del mal, ahora es Janosh en lugar de Louis Tully; el ayudante del alcalde les hace la puñeta en sustitución del odioso funcionario medioambiental Walter Peck; el alcalde, en principio reticente, terminará por confiar en ellos; si el edificio donde vivía Dana era una antena receptora de fantasmas , ahora es el río de mocos rosas el que se concentra en el museo donde trabaja; en la parte final los fantasmas se desatan; La Estatua de la Libertad camina por Nueva York en lugar del malvavisco gigante; por último, lucha final contra Gozer, digo , Vigo el Cárpato; Los Cazafantasmas vencen y la gente vitorea y festeja ¡Por Crom! ¡Si es que es prácticamente igual! 



Y es que las pequeñas novedades que se introducen en la trama no cambian lo sustancial de una historia que se repite. Ni que Dana haya tenido un hijo con otro hombre, ni que haya roto con Veckman, ni el romance entre Louis y Janine (Annie Potts) ayudan de nada a la trama. Eso por no hablar de ciertas licencias que debemos dejar pasar, haciéndonos ligeramente los tontos, para poder disfrutar de la historia. Para empezar, que sea precisamente el hijo de Dana el que se vea desplazado hacia el centro del río de mocos es un recurso fácil para que esta acuda a los Cazafantasmas,  porque resulta que Vigo no sabe de la existencia de este hasta que Janosh se lo dice. ¡Menuda casualidad! Otra casualidad es que Dana sea restauradora en el Museo de Arte de Manhattan. ¡Vamos a ver! ¡En la primera parte la tía es una música que toca nada menos para la Orquesta de Nueva York y ahora es restauradora de cuadros en el Museo de Manhattan! ¡Ni Leonardo Da Vinci, amigos! Total, que el guión aparte de repetitivo es endeble. Una continuación hubiese demandado dosis de atrevimiento y creatividad,  labor por las que entonces, Ramis y Aykroyd, no estaban.




Pero no quisiera terminar sin señalar nada positivo, no sea que el río de mocos rosa emerja por las bañera alimentado por mi negatividad y me llene la casa de fantasmas. Ya he dicho antes que Cazafantasmas II me parece divertida y entretenida. Ahora, a pesar de los palos que le he dado, también digo que me gusta. Lo que ocurre es que porque me guste y considere que es una película con la que puedo pasar un rato agradable, no quiere decir que no me defraude en parte y sea capaz de señalar lo que considero carencias. Pero virtudes también tiene. Los actores principales, a excepción de Hudson - lo siento, pero no puedo con él, y vuelvo a decir que para mí, Louis Tully (Rick Moranis) siempre será el cuarto caza fantasmas - , están pletóricos, con un Bill Murray desatado como maestro de ceremonias. Las nuevas incorporaciones me parecen muy acertadas. Por un lado tenemos a un fantástico Peter McNicol (El dragón del lago de fuego, y la archiconocidísima serie Ally McBeal), en el descacharrante papel de director de restauración del Museo de Arte de Manhattan, y por otro al terrorífico Wilhelm von Homburg (La jungla de cristal, En la boca del miedo) en la piel del malo malísimo Vigo el Cárpato, un poderoso mago del siglo dieciséis cuyo espíritu se haya atrapado en un cuadro del Museo de Manhattan. Quizás sea Vigo el mayor acierto de la película. Un malo icónico cargado de frases épicas que difícilmente escapará de nuestra memoria. De hecho, las partes que más me gustan de la trama son las relativas a estos dos personajes. Lo efectos especiales y visuales están cuidadísimos. Destacan las escenas de Vigo dentro del cuadro, la lucha en el juzgado contra los hermanos Scoleri, la de Janosh en plan niñera surcando los aires, o la invasión fantasmal plagada de las más variopintas entidades; desde dinosaurios hasta el Titanic. En el apartado musical destaca la canción On Our Own que ganó el premio a la mejor canción en los BMI Film and TV Awards.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA



 Ficha técnica y artística

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Juegos de guerra (1983, John Badham) War Games





David es un experto informático capaz de saltarse los más avanzados sistemas de seguridad y de descifrar los más herméticos códigos secretos. Pero su juego se complica cuando involuntariamente conecta su ordenador al del Departamento de Defensa americano, encargado del sistema de defensa nuclear. Desencadena así una situación de peligro difícilmente controlable. Con la ayuda de su novia y de otro informático genial intentará, en una carrera contrarreloj, evitar la Tercera Guerra Mundial. (http://www.filmaffinity.com/es/film553168.html)
 

Extraño juego. El único movimiento para ganar es no jugar.



Lección de historia relámpago: Los ochenta (menuda sorpresa, ¿verdad?), Capitalismo, Estados Unidos, Comunismo, Unión soviética, Guerra Fría. Fin de la clase (lo bueno, si es breve, dos veces bueno).

El temor permanente, y claramente fundado, de que aconteciese la Tercera Guerra Mundial fue un hecho inscrito a fuego en el pensamiento de los millones de habitantes de las sociedades civilizadas desde el término de la Segunda Guerra Mundial; y ya lo dijo Einstein: la Tercera sería con armas nucleares, la Cuarta con palos y piedras. Ese miedo a una muy factible posibilidad que condenase al género humano a su extinción fue llevado al cine en muchas ocasiones desde las más diversas ópticas.  Así, a nadie se le puede olvidar la imagen del vaquero a lomos de la bomba atómica en ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (1964) – única y genial incursión de Kubrick en la comedia- , la materialización del terror nuclear sufrido en carnes japonesas de las garras de Godzilla (1954), o la desoladora visión rusa mostrada en Cartas de un hombre muerto (1986).

 Queda claro que la película de John Badham (Fiebre del sábado noche, Drácula, Cortocircuito, Trueno Azul) no presenta ningún tema original, pero sí lo es en cuanto a las novedades que introduce y que le diferencian de las producciones de similar temática que hasta el momento se habían estrenado. En primer lugar un tono desenfadado en clave de aventura, huyendo del dramatismo acentuado, enfocado al gran público, y más concretamente, de la mano de sus dos protagonistas - el omnipresente Matthew Broderick en la piel de David y la encantadora Ally Sheedy como Jennifer - al público juvenil. En segundo lugar un fuerte componente informático, reflejo por otro lado del auge que experimentaba en aquellos tiempos, que nos advierte de los peligros de la excesiva dependencia tecnológica y de sus extremos: delegar decisiones de importancia capital en programas informáticos. En esto tiene mucho que ver el cuidado guión de Lawrence Lasker y Walter F. Parkes (nominados al Oscar por su trabajo), quienes se documentaron a conciencia y llegaron a establecer amistad con hackers y expertos informáticos, temática que repetirían en Los fisgones (1992). 
 Justo al inicio es cuando se plantea esta segunda cuestión, la de la dependencia tecnológica. Durante un ejercicio simulado del ejército (que los militares ignoran no es real) un 22% de los responsables de girar la llave y freír al demonio ruso no acata la orden de lanzamiento. Son las dudas morales que asaltan a estos hombres (o miedo, o pena, o cobardía…¿quién sabe?) las que caracterizan la impredecibilidad de un comportamiento humano situado en las antípodas de una máquina guiada por unas directrices inexorables. El WOPR es el ordenador creado con la función de ejecutar sin contemplaciones el lanzamiento de misiles nucleares en el caso de un ataque soviético, una máquina supuestamente exenta de errores, pero que, tras su fortuito encuentro con David, un pionero hacker cinematográfico que navega a la caza de videojuegos, desencadena una situación crítica que pone en jaque a las dos superpotencias.
 
  La figura de David, parece estar ligeramente inspirada en la del hacker interpretado por Jeff Bridges en la por entonces revolucionaria Tron (1982), película por todos conocida y que abrió la veda de los videojuegos en el cine. Otra película que siguió su estela, aunque desviándose completamente en un batiburrillo (no por ello carente de encanto) en el que se mezclaban los videojuegos con Star Wars, fue la posterior El último Starfighter (1984).  En cuanto al WOPR, a mí me parecen claras las similitudes con otros superordenadores que lograron desencadenar el horror en el terreno de la ficción: ahí están Skynet en Terminator (1984) y las máquinas de Matrix (1999).

Resulta curioso la forma de enfocar el comportamiento de la inteligencia artificial por entonces. Casi se muestra al WOPR como un artilugio dotado de cierto pensamiento humano, pero cuyos poderes rozan casi la omnipotencia. Y es que en aquella década los ordenadores eran capaces de lograr cualquier cosa, desde enamorarse de su propietario tras absorber el champán derramado sobre sus circuitos (Sueños eléctricos, 1984), hasta crear a una chica perfecta, casi una diosa, dispuesta a cumplir todos los caprichos de un par de desbocados adolescentes (La mujer explosiva, 1985).
 
 Las actuaciones de los protagonistas me parecen muy naturales. Existe una gran química entre ambos y la historia de amor que surge es tan ligera y anecdótica que no desvía un ápice la atención sobre la esencia de la trama. Eso sí, hacen una pareja adorable. Además su aspecto es el de dos adolescentes normales, no el de los modelos que inundan actualmente las películas orientadas a un público juvenil. Otro personaje que me gusta es el de Falken. El difunto John Wood interpretó con mucha clase a un genio retirado del mundo y cuya indeferencia hacia la inminente destrucción mundial le confiere un cariz netamente misantrópico. 
 
 
 Aunque el decorado de la sala de ordenadores costó un millón de dólares y fue el más caro hasta entonces, la película no abusa de efectos especiales ni visuales. Se centra en la aventura que viven los personajes y sólo muestra alguna imagen de las pantallas que no se acerca ni de lejos al despliegue visual de la ya mencionada Tron(1982). Pero si bien resulta sumamente entretenida y fácil de digerir quizás se me atraganta un poco el tramo final por efectista. Los secundarios sobreactúan, hay que aceptar gratuitamente ciertos acontecimientos y alguna innecesaria vuelta de rosca – made in Hollywood - que acrecienta artificiosamente la tensión para culminar con una sala repleta de exultantes militares vitoreando y abrazándose tras alcanzar el siempre consabido final feliz.  En este tramo lo que más me gusta es el juego al tres en raya y su explícita metáfora por medio de la cual el WOPR "aprende" la inutilidad de un juego donde no se puede ganar.
 La película resultó un éxito. Fue nominada a tres Oscar (fotografía, guión y sonido) y con doce millones de presupuesto casi llega a los ochenta de beneficios, además catapultó la carrera de un Matthew Broderick que protagonizaría algunos de los clásicos indiscutibles de los ochenta como Lady Halcón (1985) o Todo en un día (1986)
  

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA

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La puerta (1987, Tibor Takács) The Gate



Hubo un tiempo antes de la tierra, antes del sol, de la luz y las estrellas, en que todo era oscuridad y caos. En que los dioses, los dioses olvidados, gobernaban la oscuridad. Pero lo que era de ellos ahora pertenece al mundo de la luz y la sustancia, y los viejos dioses, los verdaderos dueños, están celosos y miran a la humanidad con un odio que es tan ilimitado como las estrellas. Sus planes para la destrucción del hombre son inimaginables. Hay un pasaje entre nuestro mundo físico de luz y de gozo y su mundo espiritual de locura y dolor. Una puerta tras la cual los demonios esperan su ocasión para recuperar lo que es suyo.

  La puerta por la que el Señor de los Demonios hace su entrada, en su afán de conquistar, resulta ser un agujero en el propio patio de la casa de Glen, situada en las afueras, donde está celebrando una fiesta con sus amigos. Movidos por una fuerza de la que son ignorantes, Terry y Glen abren este pasadizo, y si no quieren que la infernal pesadilla que les acosa se convierta en una realidad eterna, deberán encontrar la manera de volver a cerrar la puerta... (Fuente: http://www.filmaffinity.com/es/film732362.html)




Recuerdo con nostalgia aquellos sábados de mi infancia en los que, a media noche, sin más luz que el resplandor del televisor, y agazapado bajo una manta que me cubría hasta la altura de los ojos, contemplaba absorto, siempre con una extraña mezcla de alegría  y miedo, otra de las películas emitidas por Alucine (programa extinto hace tiempo)  de la 2 de Televisión Española. Psicópatas, hombres lobo, vampiros, demonios, fantasmas, monstruos de todo tipo… esas eran las criaturas con las que compartía unas dos horas semanales y que, junto con los personajes de los cómics y las novelas de intriga y terror que devoraba, me proporcionaban una tétrica compañía con la que pululaba como Pedro por su casa.

Fue en una de esas mágicas noches cuando vi por primera vez La Puerta. Imaginaos - por entonces yo contaba con diez u once años - cómo me pudo fascinar una película de terror protagonizada por chicos de una edad próxima a la mía con los que compartía algo más que la edad: el protagonista, un carismático e irreconocible Stephen Dorff, siente asquito por los pijos redomados amigos de su adolescente hermana,   y su colega es un friqui más heavy que una lluvia de hachas (en aquellos tiempos ya me iniciaba en otra de mis futuras pasiones). Si a eso le sumamos invocaciones demoníacas, monstruitos muy cabrones, zombis, apariciones fantasmales, posesiones, un monstrenco final, y, lo mejor de todo, ¡ningún adulto en el 90% de la película!,  ya supondréis que esa noche supuso para mí un descubrimiento fascinante. 

 
 Claro que vista hoy día el engranaje de la máquina chirría: el guión hace aguas por muchas partes, los efectos especiales están desfasadísimos y se nota a leguas la escasez de presupuesto. Pero ,aún y con esas, un nuevo visionado, lejos de proporcionarme ese gran placer original,  me ha hecho pasar un rato divertido y me ha dejado ese agradable regusto que sólo los productos de serie B más genuinos y entrañables consiguen. Porque si Los Goonies es La Película de aventuras infantil y juvenil por excelencia y Una pandilla alucinante es su prima pobre y friqui, La Puerta sería la prima pobre y friqui de Una pandilla alucinante… 

 
 Lo mejor, sin duda alguna, es esa atmósfera que envuelve la película como si de una fantasía puramente infantil se tratara. Sólo por eso hay que perdonarle un guión endeble plagado de agujeros argumentales y de situaciones con poco sentido (a este respecto el culpable sería Michael Nankin, el escritor del guión). Pero esa atmósfera que la sustenta es el mayor acierto de un malogrado Tibor Takács que firma su mejor película (aunque revisando su filmografía no sea este un hecho muy loable). Y es que desde el principio los niños son los únicos conscientes del mal que acecha bajo el agujero, comenzando con la premonitoria pesadilla de Glenn y pasando por las advertencias del disco heavy de Terry. Luego está el hecho de que apenas se vean adultos en todo el metraje. Unos minutos bastan para que sus padres los dejen solos en casa, y de los de Terry para qué hablar. Por otro lado, los adolescentes, Al, la hermana de Glen, y sus amigos, son presentados como unos capullos que el dúo de amigos rechaza sin piedad (imperdibles las contestaciones de Glen a algunos de ellos). Parece que nos encontramos ante una reivindicación de la fantasía que sólo una mente infantil es capaz de albergar. Esa capacidad de ver situaciones prodigiosas y maravillosas en lo mundano o esa ilimitada ansia de aventura sólo puede provenir de la infancia. De hecho, la propia Al acabará abrazando esta visión al dar la espalda a sus amigos y rechazar sus ritos púberes a favor de la ingenua visión infantil encarnada en Glen y en Terry. Además, todos los acontecimientos se desarrollan dentro de la casa o en el jardín, y esta limitación espacial sin prácticamente referencias externas potencia aún más la sensación de pesadilla infantil. En este aspecto también ayuda mucho la inquietante música compuesta por Michael Hoenig y Peter  Robinson así como unos efectos visuales  -deudores del mítico Harryhausen por el constante uso del “stop motion” – a cargo del ganador de tres Oscars, Randall William Cook. 

 
 En el momento de su estreno resultó un éxito. Con un exiguo presupuesto de dos millones y medio de dólares superó los trece y medio. Takács repetiría dirección en su secuela (La Puerta II, 1990), pero en este caso logrando unos escasos resultados tanto artísticos como comerciales.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA


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