Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

El príncipe de las tinieblas (John Carpenter, 1987) Prince of darkness


Un sacerdote cree haber descubierto el lugar de descanso de Satán, en el sótano de una iglesia abandonada de Los Angeles. Junto a un grupo de estudiantes de física, el sacerdote prepara un proyecto científico que siga manteniendo encerrado al Príncipe de las Tinieblas. Encerrados en la iglesia por fuerzas siniestras, los estudiantes descubren que deben luchar para impedir la llegada del Mal al mundo.(http://www.filmaffinity.com/es/film407977.html) 




Hablemos de nuestras creencias y lo que podemos aprender sobre ellas. Creemos que la naturaleza es sólida y el tiempo una constante. La materia tiene sustancia y el tiempo dirección. Hay verdad en la carne y en el suelo sólido. El tiempo puede ser invisible, pero es real. Humo, fuego, agua, luz, ¡son diferentes! No como una piedra o el acero, pero son tangibles. Y nosotros asumimos que el tiempo es una flecha porque es como un reloj - ¡un segundo es un segundo para todos! - La causa precede al efecto. La fruta se pudre. El agua fluye río abajo. Nacemos, crecemos, morimos. Lo contrario nunca ocurre... ¡Nada de esto es cierto! Decir adiós a la realidad clásica, porque nuestra lógica se colapsa en el nivel subatómico ... dentro de fantasmas y sombras. 


 Puede que El príncipe de las tinieblas no constituya uno de los grandes logros de Carpenter, pero una cosa queda clara, apenas transcurridos unos segundos de proyección sabemos que está de vuelta. Después de Christine (1983) y Starman (1984), quizás sus películas más impersonales, y de esa ecléctica genialidad llamada Golpe en la pequeña china (1986) - con la que sorprendió a propios y a extraños, pero que también se alejaba de sus producciones más características -, fue El príncipe de las tinieblas la película que nos lo devolvió 100% fiel al estilo desplegado en Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), La niebla (1980), 1997: Rescate en Nueva York (1981) o La Cosa (1982). Concebida como la segunda parte de la "trilogía del apocalipsis" - de la que La Cosa sería la primera y En la boca del miedo (1994) la tercera - germina en la productora Alive Films como respuesta al batacazo comercial sufrido con Golpe en la pequeña china y que lo alejó de los grandes estudios. En Alive Films - con la que repetiría en Están Vivos (1988) - no gozaría de presupuestos tan holgados, pero sí de total libertad creativa, por lo que Carpenter volvió al redil y recuperaría una forma de rodar que había abandonado en 1982 tras el estreno de La Cosa.

Para empezar vuelve a construir una historia coral en la que un grupo se verá hostigado sin posibilidad de escape y completamente aislado del exterior. Un tema muy recurrente en su temática que cobra todo su sentido en la propia concepción del director sobre las películas de terror. Y es que para Carpenter, según sus propias palabras, sólo existen dos clases de historias de terror: una en la que el enemigo está fuera (La niebla, 1980) y otra en la que el enemigos está dentro (La Cosa, 1981). En  El príncipe de las tinieblas parece aunar estos dos principios al someter al grupo de desdichados a los ataques de esos siniestros vagabundos capitaneados por Alice Cooper desde el exterior, y de los poseídos por el mal recluido (verde, otra vez verde como en La Niebla) en la cápsula de contención desde el interior de la iglesia de la secta de la Hermandad del sueño. 


Pero no es la estructura de la historia lo único que repite. Recordemos su maestría a la hora de crear atmósferas casi tangibles y que atrapan al espectador hasta el punto de transportarle al mismo interior de una película que , en sus manos, torna a pieza única y genuina. Para ello se sirve de una narración pausada, cocinada a fuego lento, en la que hará avanzar la trama sin prisa y por medio de su típico montaje en paralelo hasta alcanzar el clímax final. Otros elementos son el hecho de que la acción trascurra de noche, con lo que se ayuda de una iluminación tenue, utilizando velas en algunas escenas, y el empleo de una música de corte minimalista y oscura compuesta por él. En cuanto a los actores repetirán Donald Pleasance (Halloween, 1997: Rescate en Nueva York), Victor Wong y Dennis Dun (ambos actuaron en Golpe en la pequeña china)

Pero donde El príncipe de las tinieblas no sale tan bien parada es en el guión. Escrito por el propio Carpenter bajo el pseudónimo de Martin Quatermass - homenaje al mítico personaje Bernard Quatermass creado por Nigel Kneale y a la película Quatermass and the pit (1967) con la que El príncipe de las tinieblas guarda ciertos paralelismos - y reflejo de su interés por la física subatómica, adolece de una historia bien centrada y de algunas situaciones completamente absurdas y fuera de lugar. En cuanto a la primera traba, son comunes los diálogos acerca de ecuaciones diferenciales, lenguajes ignotos, telekinesia, o comportamiento de partículas a escala subatómica que se superponen a la historia escrita en un libro que habla del anti dios Satán, de Jesucristo como un alienígena y de la esencia del mal encerrada en una cápsula ... Como veis un popurrí de tres pares de narices. A mi juicio Carpenter debió haber simplificado y obviar la multitud de referencias que salpican toda la trama restándole solidez y empaque. Y es que, a priori, las ideas de la materialización del mal y la confluencia de ciencia y religión resultan muy interesantes, pero Carpenter se fue por los cerros de Úbeda y el resultado queda un poco en tierra de nadie. El otro lastre son algunas escenas, auténticos dislates, que no aportan nada y restan credibilidad y fuerza. Por ejemplo cuando Walter (Dennis Dun) permanece encerrado en el armario y no puede salir porque dos de sus compañeras , ahora poseídas, se lo impiden. Esta escena podía haber sido utilizada para explotar la tensión, pero en vez de eso el personaje no deja de soltar chistes y chorradas provocando el sonrojo. Otra escena absurda es cuando Brian (Jameson Parker) salta por la ventana a un exterior repleto de los mendigos asesinos para ... ¡volver a subir acto seguido! 


Estas carencias, que empañan sin duda el conjunto, no logran hundir una película sumamente disfrutable y cuyo fuerte es la atmósfera carpenteriana. Pero además, el uso de señales y elementos inquietantes, como el eclipse de sol, la constante presencia de lombrices, gusanos, hormigas y escarabajos, así como la de los siniestros vagabundos que sitian la iglesia, es muy acertado. Y, en cuanto el líquido verde comienza a "poseer" a los científicos - una posesión que tiene lugar cuando tragan el líquido y que después depositan en la boca de otra víctima para continuar con la infección/posesión; hecho que hay quien lo interpreta como metáfora del SIDA -, aumenta el interés y la sucesión de momentos terroríficos. También resulta muy perturbadora la visión y el mensaje del futuro que perciben  y que cobrará sentido (según como se interprete) en un enigmático, abierto y acertado final. 

En taquilla, El príncipe de las tinieblas recaudó más de 14 millones con un presupuesto de 3; otro pequeño gran éxito para nuestro pequeño gran hombre.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA



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Golpe en la pequeña china (1986, John Carpenter) Big Trouble in Little China



Jack Burton (Kurt Russell) es un camionero que, en el barrio chino de San Francisco, le gana una gran cantidad de dinero a Wang Chi (Dennis Dun). Éste lo convence para que, antes de cobrar el dinero, lo lleve al aeropuerto a recoger a su prometida Miao Yin. Cuando la chica es secuestrada por unos gángsteres chinos, Jack, que se propone rescatarla, entrará en el tenebroso mundo de Lo Pan, un mago que tiene 2.000 años y que gobierna sin piedad el mundo de los espíritus. Esquivando demonios y haciendo frente a temores incomprensibles, Jack lucha a su manera en los oscuros dominios de Lo Pan en una loca carrera para salvar a la chica.  (http://www.filmaffinity.com/es/film826914.html)
  

¿Sabes lo que dice Jack Burton en una situación como esta? , dice “pero qué pasa”

Guardar el fuerte, mantener el fuego del hogar encendido, y si no he vuelto al amanecer ... llamar al presidente...


¿Sabéis qué debió pensar John Carpenter cuando, allá por mediados de los ochenta, se propuso dirigir un popurrí de aventuras, humor, acción, fantasía y artes marciales plagado de clichés de género y personajes estereotipados inmersos en un contexto en el que la mitología china ocupaba el trono de tan ecléctica propuesta?

Sí, yo también creo que Carpenter habló por boca de su alter-ego Jack Burton y soltó un “pero qué pasa” de dimensiones tan colosales en cuanto lo arriesgado de su  propuesta como desastrosas para el bienestar de su propia carrera.  

Varios factores jugaron en su contra. En primer lugar el hecho de que “El chico de oro” se hubiese estrenado su mismo año y que su temática fuese considerada similar le restó interés. En segundo lugar la ceguera de la crítica obviando el tono paródico de “Golpe…” provocó un ensañamiento masivo. Como consecuencia, el descalabro de cara a la taquilla fue estrepitoso, recaudándose menos de la mitad de lo que costó (11 millones de dólares frente a los 25 que se invirtieron). Pero si bien “Golpe en la pequeña china” supuso un desastre de crítica y de público y fue la película que hizo que Carpenter se alejara de los grandes estudios, pasados los años ocurrió como tantas y tantas veces sucede con miles de películas denostadas en su tiempo; adquirió el estatus de culto.


Jack Burton, un camionero fanfarrón y pendenciero, y su amigo Wang Chi emprenden una persecución tras los captores de Miao Yin (la prometida de Wang) que ha sido secuestrada a su llegada al aeropuerto. Siguiendo su rastro hasta China Town comenzarán una increíble aventura en la que enfrentarán a los Tormentas, tres asesinos expertos en artes marciales con poderes mágicos”, y en la que descubrirán que el secuestro de Miao Yin responde a las exigencias de Lo Pan, un anciano condenado a la vida eterna que sólo recuperará su juventud con el sacrificio de una mujer china de ojos verdes. Con la ayuda de la periodista Gracie Law, el mago Egg Shen y un grupo de guerreros, Burton y Wang buscarán a Miao Yin por un inframundo plagado de magia china y monstruosas criaturas.


Al parecer el guión original situaba la acción en el siglo XIX y Jack Burton encarnaría a un pistolero del salvaje oeste deshaciendo entuertos en la China Town de la época, pero por exigencias de los productores el contexto se trasladó a la actualidad dando como resultado, tras varios cambios de historia y con Carpenter metiendo también mano en el guión, la película que todos conocemos, una película que pese a lo “friqui” de su propuesta cuenta con varios puntos fuertes que la convierten en toda una delicia ochentera.

La acción tiene un desarrollo ágil en el que las situaciones , por increíbles que parezcan, se suceden con toda naturalidad y no cuesta meterse en la historia y creérsela. Los actores , sin duda alguna, ayudan sobremanera en este punto al mostrar una actuación para nada forzada y en todo momento concordante con el tono paródico, lúdico y sin pretensiones que envuelve toda la película. Destaca en este punto la química entre Kurt Russell (Jack Burton) y Kim Cattrall (Gracie Law) y que como el propio John Carpenter declaró se trataba de un homenaje al cine cómico de Howard Hawks con los rápidos diálogos de “La fiera de mi niña” y “Luna nueva” como referencia.


  
 Pero si hay un personaje que destaque por encima del resto es sin duda el de Jack Burton. Y es que Burton encarna a un antihéroe de proporciones míticas que quedará en los anales del cine ochentero como uno de los mejores personajes interpretados por Kurt Russell. Bruto, macarra, machista, pasota, egoísta, patoso y egocéntrico aunque de buen corazón. Un antihéroe con gran encanto que nos recuerda al típico héroe duro norteamericano del estilo de Indiana Jones, pero a diferencia de este arquetipo, aunque parezca que Burton es protagonista es sólo mera comparsa de sus compañeros; no es sólo que algunos sean mejores luchadores, o que otros abanderen de principios y valores más acordes con el canon cinematográfico o que sean, directamente, más astutos, la realidad es que Burton es el más patoso y cuando logra acabar con alguno de sus enemigos no se trata de una “cuestión de reflejos” sino, y quizás más acertadamente, de una cuestión de pura suerte. Esta vuelta de tornas es la que le da ese extra de afectividad con el público incrementada notablemente con la colección de frases y chascarrillos marca Burton con la que se regocija de principio a fin del metraje.


 Las secuencias de artes marciales, dirigidas por el coreógrafo Lew James, también alcanzan grandes momentos como la aparición de los Tormentas en medio de la lucha de bandas o la pelea de Wang con uno de ellos. Secuencias en la que no disfrutaremos de artes marciales al uso, sino que las técnicas más tradicionales se fusionarán con los efectos especiales de Film Studios para simular los diversos poderes mágicos con los que cuentan varios de los personajes y que aunque en ocasiones sean deliberadamente cutres (como alguno de los  monstruos del inframundo chino), para reafirmarse, sin duda, en el tono paródico, son en general más que aceptables. Siguiendo esta tónica esperpéntica encontramos la caracterización de Lo Pan que irremediablemente nos retrotrae a el archiconocido Fu Manchu, así como la de los tres Tormentas que son clavados a los tres asesinos de la parte final de la edición de “Shogun Assasin” , siendo este uno de los muchos guiños que hace Carpenter al cine, como el que hace al western con el inicio de la pelea entre las dos bandas cuando un integrante dispara las dos pistolas doradas que extrae de sus cartucheras. Y del mismo modo podemos referirnos a algunos de sus decorados de cartón piedra; así es el caso del paso subterráneo hacia la guarida de Lo Pan o las luces de neón de la calavera gigante por la que descienden Gracie Law y Miao Yin.


No es ningún secreto que me encanta esta película, y es que  no sólo la disfruté en su momento sino que sigo haciéndolo como el primer día. En mi memoria ochentera permanecen la ascensión con la espada de Gracie y Miao Yin ; la criatura de los mil ojos; la “explosión” de Trueno; las frases de Jack y su camiseta; la épica lucha de Wang con uno de los Tormentas ;el enfrentamiento contra Lo Pan y el descacharrante “es cuestión de reflejos”; el final y , algo sobre lo que no me he referido, la descarada mezcla de sintetizadores ochenteros con toques orientales que componen la banda sonora compuesta, como no podía ser de otra manera, por John Carpenter.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA


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Mejores frases de Jack Burton (en inglés)


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STARMAN

Starman (1984, John Carpenter) Starman




Cuando derriban su nave espacial en Wisconsin, un ser del espacio exterior, Starman (Jeff Bridges), llega a la remota cabaña de una joven viuda, Jenny Hayden (Karen Allen), y allí toma la apariencia de su difunto marido. El extraterrestre convence a Jenny para que le lleve a Arizona, ya que si no llega a su nave nodriza antes de tres días, morirá. Al mismo tiempo, los agentes del gobierno quieren capturar al hombre de las estrellas, vivo o muerto... (http://www.filmaffinity.com/es/film387625.html)
 
 Te he observado con atención. Luz roja: pararse; luz verde: avanzar; luz amarilla: avanzar muy rápido.

 Decía en el comentario de Christine (1983) que esa fue su obra más impersonal de Carpenter hasta esa fecha. Un año después y bajo el nombre de Starman volvió a rodar otra película sin rastro de su impronta y completamente alejada de sus producciones anteriores. Claro que Starman se encuadra en el género fantástico, pero, a las antípodas de la oscuridad y el pesimismo de películas como 1997: Rescate en Nueva York (1981) o La Cosa (1982), Starman es una comedia romántica de ciencia ficción con tintes melodramáticos. Los motivos que impulsaron a Carpenter a dirigir esta historia fueron varios. En primer lugar, por consejo de su agente, quiso resarcirse del fracaso económico que supuso La Cosa (1982) y embarcarse en un producto más comercial. En segundo lugar, quiso probar que era capaz de rodar una película distinta y alejada de los temas arquetípicos que poblaban sus películas precedentes - aunque ya lo había demostrado con el biopic Elvis (1979) protagonizado por Kurt Russell - ofreciendo una historia cargada de positividad que sigue la estela de E.T. (1982, Spielberg) aunque ligeramente enfocada hacia el público adulto.
 

 La premisa es muy sencilla. En respuesta al envío de la sonda Voyager 2 un extraterrestre visita nuestro planeta. Desconocemos su apariencia original, sin embargo, al acceder al interior de la cabaña de la viuda Jenny Hayden (Karen Allen) observa un vídeo de su difunto marido y adopta su apariencia al clonarlo por medio de un cabello - los encargados de realizar esta transformación (de bebé a adulto en unos segundos) fueron nada más y nada menos que Stan Winston, Rick Baker y Dick Smith -. El choque “cultural” que se produce entre Starman (Jeff Bridges) y Jenny (Karen Allen) provoca las más disparatadas situaciones durante un viaje en coche que emprenden a Arizona (lugar de encuentro de Starman con sus congéneres). Entre medias el gobierno tratará de dar caza al extraterrestre.

 


Así, al estilo de Sucedió una noche (1934, Frank Capra) la tormentosa relación que se establece entre ellos al principio tornará en historia de amor. Este periplo, Carpenter lo narra de una forma sencilla, puramente clásica y ágil, de tal manera que los acontecimientos se desencadenan en un suspiro. Hay imágenes de gran belleza visual - destacan los efectos visuales a cargo de ILM – como la escena de amor entre los protagonistas o esa emotiva despedida, pero, en conjunto, la trama quizás peque de excesivamente simplista. La interpretación de Bridges le valió sendas nominaciones a los Oscars y a los Globos de Oro de 1985, aunque no ganaría ninguna de ellas y sí un Saturn a mejor actor. Bridges trabajó mucho su papel, para ello se imaginó lo qué ocurriría si él mismo estuviese metido en el cuerpo extraño de otra persona y tuviese que aprender a moverse y actuar imitando el comportamiento de los que le rodean en una sociedad ajena. De todas maneras, aunque tiene mucho mérito, esta interpretación me resulta algo robótica y acartonada. La de Allen, por su parte, me parece maravillosa y cambia de registro sin perder un ápice de credibilidad.  Como secundarios de renombre Charles Martin Smith interpreta a un científico bienintencionado y Richard Jaeckel a un despiadado funcionario gubernamental.
 

 
 

Starman es una película emotiva que cosechó buenas críticas en su momento y unos resultados comerciales justitos (con 22 millones de presupuesto recaudó 28 en Estados Unidos). Personalmente no es santo de mi devoción, la encuentro algo ñoña y , repito, excesivamente simplista en su planteamiento repleto de clichés, pero he de reconocer que está muy bien rodada y hay que alabar a Carpenter por su atrevimiento a la hora de salirse de sus registros habituales. Afortunadamente , al menos para mí, el resto de su filmografía ochentera - Golpe en la pequeña China (1986), El príncipe de las tinieblas (1987) y Están vivos(1988) - es más acorde con mis gustos y recupera al Carpenter más auténtico. En 1986 se creó una serie de televisión de 22 episodios en la que Starman regresa a La Tierra para conocer a su hijo y emprender la búsqueda de su madre.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA


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Christine (1983, John Carpenter) Christine




Christine es un Plymouth Fury de 1958 que salió de una cadena de montaje de automóviles de Detroit, pero no es un coche cualquiera. En el fondo de su chasis se aloja el mismísimo diablo, que alberga un deseo de venganza insaciable que hiela la sangre a cualquiera y destruye todo lo que encuentra en su camino. (http://www.filmaffinity.com/es/film765863.html)



Voy a decirte algo sobre el amor. Tiene un apetito voraz, todo lo devora: la amistad, la familia. Acaba por devorarlo todo. Pero también te diré otra cosa, aliméntalo y se convierte en algo maravilloso; así es nuestro amor. Es cierto, cuando alguien tiene fe en ti eres capaz de todo. Eres capaz de cargarte el universo. Y cuando tú tienes fe en el otro, ¡cuidado entonces mundo porque ya nada puede frenarte, ni nadie, jamás!



- Arnie, ¿eso sientes tú por Leigh?



- Ja, ja, ja, ¿qué? ¿Pero qué dices? ¡Me refiero a Christine, hombre! ¡Nada puede interponerse entre Christine y yo!





La verdad es que Christine me deja un poco frío. Cierto que se trata de una película correcta e interesante, pero es la obra más impersonal de John Carpenter hasta esa fecha. En efecto, si no tuviésemos acceso a información sobre ella doy por seguro que poca gente la vincularía con Carpenter - excepto la música, que otra vez la compone él - , y es que perfectamente podría haber sido dirigida por cualquier otro director. Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), Halloween (1978), La niebla (1980), 1997: Rescate en Nueva York (1981) y La Cosa (1982), todas y cada una, aparte de su incuestionable calidad, están impresas a fuego con el sello carpenteriano; un estilo muy reconocible tanto en su forma como en su contenido. Este no es el caso de Christine y quizás uno de los motivos que resten puntos a la hora de valorarla.


El otro es la trama. Vale, Carpenter ahí no tiene la culpa. El guión se basa en la novela de Stephen King, pero la historia de un coche poseído por un espíritu maligno, o quizás el propio mal, me parece un poco acartonada. El problema es que poco miedo puede dar un coche por mucho que ataque a la gente, se desplace sólo o encienda su radio para deleitar al personal con clásicos pop rock de los cincuenta – canciones con las que Christine se comunica y declara sus intenciones -. Un coche es un coche y difícilmente podrá encuadrarse dentro de la galería de miedos que pueblan nuestra psique. Claro que no hay que tomar esta premisa de forma literal y que se puede dilucidar un mensaje que nos advierte de los peligros de consumismo, del fetichismo de la mercancía tan propio de las sociedades capitalistas, y lo que vosotros queráis… Pero aquí Carpenter nos ofrece una visión muy justita al no profundizar  y quedarse en la superficie de una idea que convenientemente tratada hubiese dado para mucho más . Yo creo que esta premisa le hubiese venido como anillo al dedo a Cronenberg. Teniendo en cuanta su filmografía él sí habría explotado (y explorado) a conciencia esta simbiosis hombre/máquina y doy por seguro que nos hubiese ofrecido otro paradigma de su concepción de la “nueva carne”. Tampoco ayuda mucho una galería de personajes bastante estereotipados (lo de los macarras de más de treinta años es de traca) y una subtrama de investigación policial por parte del detective Rudolph Junkins (Harry Dean Stanton) que no aporta nada.



El mayor acierto, sin embargo, corresponde con la evolución de Arnie Cunningham (interpretado maravillosamente por Keith Gordon), un tímido y apocado estudiante educado en un ambiente familiar represivo y ninguneado por todos en el instituto. Será a raíz de la compra de Chirstine, un Plymouth Fury cochambroso, cuando su personalidad comience a experimentar cambios radicales y cobre venganza de todos aquellos que le han hecho la vida imposible. Es en esta exploración psicológica donde la película despliega toda su fuerza, porque Cunningham no sólo se obsesionará completamente con el coche – el cénit de esta obsesión queda patente en la cita que encabeza este comentario - , sino que su personalidad mimetizará con el mal que anida en Chirstine.





Como he señalado al principio, Christine me parece una película correcta y entretenida, pero no creo que esté a la altura de las obras que la precedieron y carece de la firma personal de Carpenter, por eso la considero como una obra menor dentro de su filmografía. En taquilla recaudó más de 21 millones de dólares con un presupuesto de casi 10, una acogida tibia, pero Carpenter continuaba siendo rentable …

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA


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Mejor solo que mal acompañado (1987,John Hughes) Planes, Trains and Automobiles


Neal Page (Steve Martin) intenta regresar a tiempo a Chicago para disfrutar del Día de Acción de Gracias junto a su familia. En el vuelo de Nueva York conoce al excéntrico Del Griffth (John Candy), una presencia a la que se verá, muy a su pesar, inexorablemente unido.

Con esta comedia, John Hugues, el indiscutible director juvenil de películas como "Dieciséis velas", "La mujer explosiva", "Todo en un día" o "El club de los cinco", se desvía del terreno que le dio fama y hace una incursión en una comedia atípica centrada en la relación que se establece entre la pareja protagonista.


De personalidades marcadamente contrapuestas - Page representa a un hombre de negocios de clase acomodada, hombre de familia y bastante estirado; Griffith, su némesis, es un vendedor de arandelas de cortinas de carácter alegre y parlanchín que pese a tratar por todos los medios de agradar a Page sólo logra provocar su hastío - quedan atrapados por una espiral de amor/odio que se desarrollará durante un accidentado viaje desde Nueva York hasta Chicago; compartiendo todo tipo de medios de trasporte y alojamiento, impulsados de una desgracia a otra, su cruz comenzará con la cancelación de su vuelo por condiciones climatológicas adversas.

El estilo de John Hughes, pese a su alejamiento del género juvenil, se deja notar y no pierde ni un ápice de identidad. Se aleja del chiste fácil o el humor escatológico y se centra en los personajes y en las situaciones que se desarrollan a lo largo de la película como ya haría en "Todo en un día". De este modo repite la estructura odiseica que imprimió en las aventuras de Ferris Bueller trasladándola a un viaje de mayores proporciones espaciales pero de idéntica sucesión de situaciones a cada cual más disparatada; cuando el problema queda solucionado siempre tiene que surgir algo que empeore la situación.


En principio, Hughes enfoca la trama de modo que nos identifiquemos más con Page; éste no sólo sufrirá la compañía de - para él - el insufrible Griffith, sino que le culpará de una situación; sin embargo, a medida que avanza la película nos muestra que el insoportable Griffith es una persona entrañable con la que el espectador acaba por empatizar. Al final, con pequeño giro inesperado incluído, se nos ofrece la explicación del porqué de la incesante búsqueda de un compañero de Griffith, un giro que le da un toque melodramático que , por otro lado, no es nada inusual en el cine de John Hughes.

Como curiosidad, me parece interesante señalar el paralelismo existente entre esta película y la subtrama de "Solo en casa" - guión de Hughes - en la que la señora Mc Allister vive su pequeña odisea para regresar junto a su hijo Kevin, curiosamente, gran parte de su viaje lo realiza en una furgoneta acompañada por un grupo de polca en el que John Candy interpreta a uno de los integrantes.


Los ochenta siguen demostrándonos que la comercialidad no está reñida con la calidad (en Estados Unidos logró ciento cincuenta millones de beneficio habiendo costado quince millones). Mientras hoy día la mayoría de las comedias son una sucesión de esqueches de usar y tirar, Hughes ha logrado parir un producto en el que, pese a sus puntos flacos, - quizás algún tramo demasiado sensiblero - prima la totalidad del contenido frente a una segmentación en aras de lograr algún momento puntual que salve una mala obra.

GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA

Ficha técnica y artística

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